EXPERIENCIA

Leer a Michael Cisco es toda una experiencia. Eso llevan bastante tiempo afirmando varios críticos, reseñistas, escritores, algunas voces en las que por una razón u otra, con razón o sin ella, confío. Es un autor que surgirá inevitablemente si uno hace una serie de búsquedas, pero tan alejado de esa extraña categoría que recibe el no menos extraño nombre de corriente principal – que viene a significar algo así como literatura seria…-, tan alejado incluso de los ramales genéricos más frecuentados, que seguramente no hayan oído hablar de él. Pero, insisto, en general, lo que se dice de él es un acicate para leerlo. Hasta ahora esto era imposible hacerlo en español. Cosa que no me arredró. A pesar de que mi inglés no es ninguna maravilla, a lo largo de muchos años y muchas lecturas, sin olvidar la ayuda inestimable de muchos videojuegos, y canciones, soy capaz de habérmelas, con más o menos dificultades, con la mayoría de los textos que me pongan por delante. Qué remedio, cuando las editoriales de aquí parecen empeñadas en ignorar gran número de obras y autores fascinantes.  Entre ellos a Michael Cisco. Porque resulta que todos esos artículos tenían razón, leer a Michael Cisco es toda una experiencia. Una magnífica experiencia.

Cuando Dilatando Mentes anunció que iba publicar la que está considerada su obra maestra – y esto es difícil de dilucidar en una producción que desde el primer libro al último no deja de derramar talento alegremente-, El Narrador, me alegré y mis dientes ganaron longitud y filo. Ya la había leído, claro. Como también leí Unlanguaje, The divinity student, Member, o The Tyrant.  Me alegré porque Cisco es un escritor que merece –  y, no pocas veces, requiere- relectura. Además, sentía curiosidad por saber cómo me sonaría una traducción a nuestro idioma. A mi entender José Ángel de Dios, ha hecho un trabajo más que bueno – a pesar de que, al principio, me fastidiara un poco la sobreabundancia de epítetos,  pero eso son manías mías, y al final no solo te acostumbras, sino que acabas viendo cierto sentido a la elección-, que da una voz bastante fiel al intrincado encaje de incertidumbre, palabra e imaginación que es la narrativa de Cisco.

A Cisco se lo suele comparar con Kafka. Si algún paralelismo hay que trazar, yo diría que el lector del El Narrador se encontrará no pocas veces pensando en El Corazón de las tinieblas, de Conrad, que pese a ser previa a Kafka, es una obra kafkiana por derecho propio. Al igual que lo es la versión cinematográfica de Coppola, Apocalypse Now, a la que la narración de Cisco también nos remite. Más incluso que a la novela, porque la atmósfera en que desarrolla El Narrador, al igual que la película, es la guerra. Se diría que Cisco ha tomado la película, y rescatando y haciendo suya la vaguedad espeluznante de Conrad, dotándola de una extrañeza y un horror aún mayores, ha construido su novela. Una novela, donde, salvo del sinsentido de la guerra, podemos estar seguros de pocas cosas. Aunque intuyamos muchas. La realidad, una realidad que en si ya es alucinatoria, y relámpagos de lo que podría no ser real, se suceden, sin que nunca sepamos del todo qué es qué. La narración, nos parece sospechar, tiene vida propia –como la guerra- y la identidad del Narrador no siempre parece coincidir con quien estamos seguros que está narrando.

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